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A medio siglo de Papillon, la heroica historia del condenado que logró huir de la pavorosa Isla del Diablo

Ese punto del mapa en la Guayana Francesa fue el Infierno en la Tierra. La mitad de los presos moría en el primer año de hambre, malaria y picaduras venenosas y bestiales castigos

19/01/2019

En el Océano Atlántico, cuarenta metros de altura sobre el nivel del mar, clima sofocante –calor y humedad perpetuos y al tope–, y hervidero a alimañas, desde serpientes de veneno letal hasta enjambres de agresivos insectos, es un atroz punto del mapa que bien merecería la advertencia que Dante Alighieri imagina en la puerta del Infierno en su Divina Comedia: "Lasciate ogni speranza voi che´entrate".

En fila y ya engrillados sus pies con aros de hierro y cadenas que apenas permiten caminar, los condenados oyen el ultimátum…

Parado sobre una tarima coronada por la guillotina, redobla la sentencia del jefe de policía parisino:
–Nadie saldrá de aquí jamás. Quien intente fugarse morirá de hambre o enfermedades, y si alguien llegara al mar…, les recuerdo que los tiburones siempre están cerca…, y hambrientos.

Un primer intento de fuga será castigado con dos años de encierro en solitario. Un segundo intento, con cinco años. Es posible que sobrevivan dos años, pero imposible que resistan cinco. Por fin, si en un intento de fuga hieren o matan a un guardia, la pena será inmediata: ¡guillotina!

La Isla del Diablo fue creada en 1851 por Napoleón III para castigar desde asesinos comunes a criminales políticos.

Desde 1852 hasta 1938, más de 80 mil desdichados gimieron bajo el látigo de los trabajos forzados, las balas por la espalda o la guillotina destinada a los que intentaron huir…