21/12/2017
"Puedes encontrar muchas derrotas, pero no debes ser derrotado", sentenció la poeta Maya Angelou. Algo parecido debió sentir la familia Corso en 2014. Su empresa, la maderera Maringa, nacida en Federación -Entre Ríos- tenía entre sus principales clientes a Siderca, la subsidiaria de Techint especializada en implementos petroleros, a la que abastecía de madera de acomodación para el consolidado de buques y containers.
Pero el precio de los hidrocarburos había comenzado a bajar dramáticamente en los mercados internacionales y Maringa, que destinaba el 80% de esa producción a Techint, se encontró en una situación compleja. "La planta quedó trabajando a un volumen ínfimo y ahí nos complicó, porque habíamos invertido fuerte en 2013 para extender ese mercado -dijo a LA NACION Gabriel Corso, su gerente comercial-. Nos obligó a reconvertirnos."
Gracias a una inversión de $ 40 millones y con la asistencia del programa ProPyme de Techint, la empresa se volcó desde 2015 a mejorar la producción de pallets con una línea automática de armado que les permitió triplicar su volumen. "Incorporamos nuevas tecnologías, con sierras mucho más finas que producen mucho menos aserrín", contó Sergio Corso, padre de Gabriel y presidente de la compañía.
"Obviamente, con todo esto tuvimos que mejorar la dotación de personal. Pasamos de tener 60 empleados directos en 2013 a 146 en 2017 y nuestra intención es llegar a los 200 durante enero, cuando planeamos sumar un segundo turno", reveló Gabriel. Con este objetivo, Maringa prepara una inversión de entre $ 15 y $ 20 millones, que permitirá a la empresa mejorar sus procesos de aserrado y secado de la madera.
"Esto es una pasión -dijo Sergio-. Es nuestra segunda casa, casi te diría la primera. Esa es una de las cosas que le puedo dejar a mi hijo, que es fundamental en este rubro: rodearse de buena gente."