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Dinero, poder y topos: la trama oculta del FIFAGate

Dónde empezó todo. El topo del FBI que destapó la olla e hizo caer a la cúpula de la Conmebol, con Julio Grondona a la cabeza. Los millones en juego y las declaraciones de Alejandro Burzaco que sacuden al mundo del fútbol

17/11/2017

El escándalo que hoy pone patas para arriba al fútbol sudamericano en general y el argentino en particular no empezó ayer, cuando declaró como testigo arrepentido en la Justicia norteamericana Alejandro Burzaco, ex hombre fuerte de la empresa Torneos y mano derecha de Julio Humberto Grondona.

La punta del ovillo que descubrió la mayor estructura de corrupción que se recuerde en el mundo del balón hay que buscarla el 2 de diciembre de 2010, día en que Grondona cometió un error impropio para un dirigente que había sobrevivido a todos y todas. En esa jornada debían designarse las sedes de los mundiales 2018 y 2022. El primero correspondía por rotación a Europa, cuyo último torneo databa de 2006, en Alemania. Pujaban España, con nulas chances, Inglaterra, favorito de la Comunidad Económica Europea, y Rusia, de donde provenía el dinero sucio que estaba comprando clubes y jugadores de todo el mundo, especialmente de Sudamérica, dejando cuantiosas comisiones para dirigentes e intermediarios en el medio. Y ganó Rusia, claro.

El segundo era para América o Asia. Allí peleaban Estados Unidos y Qatar. Los yanquis creían que era suyo por dos motivos. Uno, geopolítico: después del rival de siempre, vendría el de ellos, más espectacular. El segundo, económico: todas las grandes empresas los apoyaban y el soccer, como allá le dicen al fútbol, ya no era un deporte de minorías como en 1994, ocasión del primer Mundial, sino una fuente de ingresos cada vez mayor. Tal era la importancia estratégica que el país del norte le daba a la chance de ser sede, que era el mismísimo Bill Clinton quien encabezaba el comité organizador y estaba presente en aquel congreso de FIFA para sacarse la foto sonriente con la bandera y la designación detrás.